Día 2: Berlín. Entre los ecos de la historia y la apuesta por la vanguardia
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Panorámica de Berlín
La capital alemana sorprende por su impresionante fusión de tendencias culturales y artísticas, por la pervivencia de la historia y la pasión por lo moderno. Y hoy vamos a comprobarlo. Tras desayunar realizaremos una visita panorámica que nos llevará a los lugares míticos de Berlín. El primero, la Puerta de Brandenburgo. De estilo neoclásico, es el centro de Berlín, donde suceden los grandes acontecimientos sociales. Allí comienza la avenida más elegante de la ciudad, Unter den Linden, donde se levantan edificios como la Biblioteca Nacional, la Universidad o el Museo de Historia.
Pero los museos tienen lugar propio en Berlín: la Isla de los Museos, que, rodeada por el río Spree y un canal, alberga la majestuosa Catedral o Berliner Dom, cinco museos de arte y los Jardines de Lutsgarten.
A lo lejos se asoma la Torre de la Televisión, en Alexanderplatz. Es la plaza que simboliza la personalidad del Berlín comunista, tan arraigada en el corazón de la ciudad que cuenta con novela, serie televisiva y película propias. Estas construcciones contrastan con los edificios medievales del Barrio de San Nicolás, que, devastado en la II Guerra Mundial, ahora luce esplendoroso tras la restauración de los años 80, que tomó como referencia la única casa que se mantenía en pie.
Dicen que la plaza más bella de Berlín es la Gendarmenmarkt o Plaza de la Gendarmería, que comenzó a construirse en el siglo XVII, y tendremos oportunidad de comprobarlo mientras nos aproximamos a los restos que se conservan del Muro de Berlín, una mole de hormigón que partió la ciudad en dos y simbolizó la cicatriz visible del enfrentamiento europeo. Hoy se ha transformado en la alegría por la lección aprendida, en el símbolo de la renovación.
Tras el almuerzo dispondremos del resto del día libre. Podremos seguir conociendo los mil rincones que nos ofrece Berlín, o bien contratar una excursión opcional a Potsdam. Muy cercana a Berlín, allí residía el antiguo rey prusiano Federico el Grande durante el verano. De ahí que una de sus joyas sea el palacio renacentista de la Orangerie, con fuentes y jardines de estilo italiano. Es solo uno de los muchos palacios que sorprenden al viajero en esta bellísima ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Y también enamora el Barrio Holandés, con sus construcciones de ladrillo rojizo, que hacía sentir a los trabajadores holandeses del siglo XVIII como si estuvieran en Ámsterdam.
Independientemente del plan que hayamos elegido para pasar la tarde, cuando caiga la noche volveremos al hotel de Berlín para descansar.